La maternidad tranquila

La llegada de un bebé a la familia es, primero una bendición y después una oportunidad única de crecimiento. En mi segunda maternidad y mis 41 años la tranquilidad y el placer y la contemplación van de la mano. Sirva este espacio para reflexionar sobre la maternidad tranquila, sin culpas, sin expectativas, sin cargas innecesarias.
Tus aportaciones son bienvenidas, así que, si lo deseas, comparte-te, fluye y disfruta.
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martes, 17 de diciembre de 2013

Estivill o llorar sin consuelo


“La oscuridad cae sobre una tarde de otoño. Estoy llorando a solas en el salón de casa. La tristeza me invade y la soledad del mundo parece anclarse en cada suspiro. No puedo contener el llanto que me desborda. Me siento abandonada y asustada. Parece que cualquier cosa pudiera sucederme. Siento que estoy a punto de desaparecer. Necesito un abrazo, un pecho, otro corazón latiendo junto al mío. Tengo hambre de contacto, mi piel reclama a gritos otra piel en la que descansar. Suena el ruido de la llave introduciéndose en la cerradura de la puerta de la calle. Él llega a casa tarde, como siempre.  Sus pasos se adentran en el pasillo y alcanzan la puerta del salón. Se paran y por un momento sé que oyen. Sus pasos me escuchan llorar al otro lado. Abre casi sin ruido la puerta de salón y un haz de luz rompe violentamente en las baldosas del suelo. Sus pasos llegan a donde yo estoy:
-       --  No pasa nada. Estoy aquí. – dice. Se ha detenido frente a mi. No me toca. No me mira casi. No puedo ver sus ojos mientras habla. Todo está oscuro.
Se da media vuelta y sale del salón.  Cierra la puerta y sus pasos se alejan en dirección a la cocina.  Sigo llorando, aún con más desesperación. Creía que me abrazaría y me susurraría palabras de aliento, que podría descansar la pena del mundo que arrastro en su hombro.
Entonces, de repente, mis ojos se secan. Ahora lo veo claro.“
- Por eso estoy aquí. Quiero el divorcio. -  digo ante la incrédula mirada del abogado. 
-  Está bien. ¿ Nombre de su marido? - Me pregunta.
- Estivill.

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